No pudimos mirar hacia otro lado. Blacky pedía ayuda a maullido limpio, desesperado, como si supiera que esa era su última oportunidad. Solo bastaba una mirada para entender que lo estaba pasando muy mal: una grave infección lo estaba consumiendo y, sin ayuda, no habría sobrevivido. Decidimos actuar. Y empezó una larga etapa de veterinarios, medicaciones, curas en casa y sesiones de láser para que su orejita pudiera cicatrizar bien. Día a día, Blacky demostró una fuerza inmensa, y gracias a todos esos cuidados… ¡lo consiguió! Hoy ha recuperado su oreja y, sobre todo, su vida. Blacky es un gato adulto, tranquilo y bueno, de esos que agradecen cada caricia y miran con ternura a quienes les han dado una segunda oportunidad. Ahora solo necesita lo más importante: una casa donde sentirse querido, sea en acogida o adopción. Ha luchado demasiado para volver a la calle. ¿Le ayudas a empezar su nueva vida?