Garra FelinaCádiz
Puedo viajar a otras provincias para adopción
Apto con niños
Sociable
Sexo
Macho
Tamaño
Menos 5kg.
Mi cumple es
01/05/2025
Raza
Común europeo
Provincia
Cádiz
Puedo viajar para adopción
Sí
Vacunado
Sí
Desparasitado
Sí
Microchip
Sí
Pasaporte
Sí
Juguetón, extrovertido y cariñoso
Perros
No
Gatos
Sí
Niños
Sí
Apto con niños
Sociable
Abel nació junto a Caín y su hermano perdido, en medio de un rincón donde la vida parecía no importar demasiado. Desde el principio fue el más curioso, el que siempre corría primero hacia la luz, el que buscaba explorar más allá de los muros rotos que los rodeaban. Pero la curiosidad pronto lo enfrentó con la crudeza del mundo. Abel vio con sus propios ojos cómo su hermano, aquel con quien compartía juegos y sueños de cachorro, se quedó inmóvil en la carretera. No entendió de coches ni de velocidad, solo entendió que una parte de su pequeño universo había desaparecido. Desde ese día, su mirada se volvió distinta: todavía brillante, pero con un rastro de tristeza que ni el tiempo logra borrar. Tras la pérdida, Abel y Caín quedaron solos. Nadie vino por ellos, nadie pronunció sus nombres. El hambre se volvió un compañero constante, el frío un enemigo diario. Y aun así, Abel no perdió del todo su esencia. A diferencia de Caín, que se volvió más desconfiado, Abel decidió resistir aferrándose a la esperanza. Aunque temblara de miedo, corría hacia cualquier voz dulce, hacia cualquier mano que se extendiera, como si quisiera creer que la bondad aún existía. En las noches más silenciosas, Abel buscaba a Caín y se acurrucaba a su lado, como si juntos pudieran reconstruir el calor que les faltaba. Y aunque nadie escuchaba sus maullidos, él seguía levantando la voz, llamando a un futuro distinto. Abel es la prueba de que incluso en el abandono puede florecer la esperanza. Su historia es dolorosa, marcada por la pérdida, pero también llena de un coraje silencioso: el de no rendirse a pesar de todo. Porque Abel, con sus ojos que reflejan tanto tristeza como ternura, no ha dejado de esperar el momento en que la vida, por fin, le devuelva lo que le fue arrebatado: un hogar, una caricia, un lugar seguro donde no exista el abandono.