La encontró una pandilla de jóvenes un viernes por la noche, a las afueras del pueblo, llena de abrojos y espigas, casi inmóvil y muy débil, No querían dejársela allí en aquel estado, pero decían que sus padres no la admitirían. La acogimos, a pesar de que nos desborda cada nuevo caso. Demostró muchas ganas de vivir, su agradecimiento y cariño en su incesante ronroneo.