Abandonado en una finca, padecía leishmania, su piel estaba erosionada, con amplias zonas sin pelo y descamada. El tratamiento lo ha controlado completamente. Tenía muy bajo peso, atrofia muscular y anemia. No quería comer y apenas tenía fuerzas para caminar… La mejor alimentación y paseos a su ritmo, cada vez más largos, le llenaron de vitalidad. La tremenda infección que le habían provocado en los oídos espigas clavadas largo tiempo, le produjo tal inflamación que impedía auscultarle con el otoscopio. Tenía los tímpanos rotos. Eran bacterias resistentes, pero las combatió, y no ha perdido la audición.