Un perro le atacó, mordiéndole en una pata trasera, desgarrándole la piel y los tejidos del muslo. Cuando pudo volver a su colonia, después de varios días escondido por el inmenso dolor que tenía, se encontraba muy débil y tenía una gran infección. Maullaba sin parar de dolor. Se llevó a una clínica veterinaria y desde entonces se encuentra de acogida. Se ha recuperado por completo y está preparado para que una familia lo adopte y no volver nunca más a la calle. Tardó dos meses en cerrarse la herida, pero mereció la pena los cuidados y las curas que había que hacerle ya que los tejidos, la piel y el pelo se han regenerado por completo. Ya no cojea y puede saltar sin problema.