Para Mara ya no hay más tiempo de espera. Su rescate no estuvo planificado, simplemente fue. Entró en la jaula de captura como gatita de colonia felina para castrar y retornar y salió entonando un suave ronroneo que dejaba claro que su lugar siempre fue una casa, una que probablemente tuvo y le quitaron. El mundo no se paró entonces, ni siquiera cuando conté que estaba viviendo en un cuarto de baño porque no había más espacio ni posibilidad de integrar otra gata más en el grupo de ese momento, y Mara lloraba a todas horas. Pasó el tiempo y nadie se cuestionó si las cosas habían mejorado para ella, porque la marea de gatitos en adopción es tan inmensa que para una pardita común es muy difícil permanecer en la memoria de alguien. Todo va muy rápido. Mara se integró con los demás gatos y dejamos de tener prisa en que se fuera, porque estaba bien. Y ahora ya no lo está. Los gatos siguen llegando y marchando, unos para castrar o recuperarse de una enfermedad, otros para buscar una oportunidad, pero el estrés que todo eso ocasiona hace mella en Mara, que necesita estabilidad y un humano cerquita al que ronronear. Así que esta vez ruego, a quien pueda haber leído hasta aquí, que le regale a Mara la visibilidad que necesita para que alguien se enamore de todo lo bonito que guarda. Es una gatita de unos 4 años dulce y cariñosa, que ama pasar tiempo con sus humanos favoritos, tomar el fresquito en la ventana (protegida para no perderse ni caerse) y picotear algo rico. Convive con perros y gatos y aunque está en Sevilla, puede viajar a otras provincias.