Hay historias que sanan. Que llegan cuando todo duele y, sin prometer nada, terminan devolviéndolo todo: la risa, la paz… y la esperanza. Esta es la historia de Hopy, un cachorro con heridas visibles y otras invisibles, que llegó a la vida de Fernando y su familia en uno de sus momentos más oscuros. Lo que no sabían entonces era que, con él, estaba llegando también el comienzo de una nueva etapa.
Capitulo 1: Tres despedidas en menos de un año
En casa de Fernando, los perros nunca fueron “mascotas”. Eran familia. Desde que él y su pareja comenzaron su vida juntos hace más de 17 años, adoptar animales fue una elección consciente y constante. Su primera perra llegó de una perrera cercana, el segundo lo encontraron dentro de un contenedor. Y, tiempo después, adoptaron a un tercero para suavizar el golpe que sabían que algún día llegaría.
Ese temido día llegó… y no solo una vez.
Primero se despidieron de Campa (Campanera) en diciembre de 2022. Después, en septiembre de 2024, falleció Romeo. Y cuando pensaban que podrían disfrutar de más tiempo con Gavin, su bodeguero de seis años, lo encontraron sin vida en el jardín, sin haber mostrado ninguna señal previa. Fue en enero de 2025. Un mazazo inesperado.
“Fue un gran shock para toda la familia. En un primer momento, me negué a mí mismo volver a tener jamás un perro.”
El silencio en casa era ensordecedor. Las rutinas ya no tenían sentido. Y el alma de la familia, simplemente, no estaba completa.
Capítulo 2: Una búsqueda con muchas condiciones
Poco a poco, la tristeza fue dejando espacio a otra emoción: la certeza de que algo faltaba. Fernando lo sentía cada vez más claro. No se trataba de sustituir, sino de reconstruir. Pero esta vez había un reto nuevo: En casa ahora vivían también un niño de dos años y medio y un bebé de apenas cinco meses. Cualquier perro no valdría.
Así comenzó una búsqueda tranquila pero decidida. Un día, navegando por internet, vio la foto de un perro llamado Fermín, de la protectora MIAU de Almería, a través de Kiwoko Adopta. Aunque ese perro ya estaba reservado, el contacto con la protectora fue tan fluido y cercano que pronto le ofrecieron conocer a otro peludo: Cachopo (nombre de cartilla: Benito).
Capítulo 3: Cachopo, el perro con un ojo menos y un corazón gigante
Cachopo tenía apenas 6 meses y había sido encontrado vagando entre invernaderos. Tenía un ojo dañado, visibles señales de haber sido golpeado en la mandíbula y en el rostro… pero también tenía una mirada que lo decía todo: Aún confiaba en el ser humano.
“Nos dijeron que encajaría bien en nuestra familia. Y eso era todo lo que necesitábamos saber.”
A Fernando y su familia no les importó su edad, su aspecto ni su historia. Lo que vieron en él fue algo mucho más profundo: -un alma que pedía amor y lo ofrecía sin condiciones.
“Nos daba igual si era cachorro, si estaba tuerto o si era el perro más feo del mundo… Era el perro perfecto, era nuestro perro.”
Capítulo 4: Un viaje hacia una nueva vida
Tras rellenar el cuestionario y firmar el contrato de adopción, Cachopo se convirtió en Hopy y al día siguiente emprendió su viaje hacia su nuevo hogar en La Mancha.
Fernando fue a recogerlo al punto acordado con el transporte. Lo recuerda como un momento lleno de nervios… y de certeza.
“Nada más verlo, supe que todo iría bien. Que sería feliz y que nosotros lo seríamos con él.”
Y así fue.

Hopy llegó a su nueva casa y se adaptó desde el primer momento. Como si supiera que ese era su sitio. Como si cada rincón, cada voz, cada abrazo... ya lo estuvieran esperando.
Capítulo 5: Un perro con cicatrices… y con fe
Aunque Hopy es ahora un perro feliz, su cuerpo guarda las señales de un pasado duro. Junto a su ojito tuerto, tiene una cicatriz ósea en la mandíbula y rasgos que indican un fuerte golpe en el lado izquierdo de la cara.
Y, sin embargo, confía.
“Lo más sorprendente es ver la confianza que tiene en el ser humano después de haber recibido, con total seguridad, un maltrato importante.”
Tiene momentos en los que su miedo aparece. Cuando sube al coche, por ejemplo, tiembla. Como si temiera que lo vuelvan a abandonar. Pero día tras día, su familia le demuestra que eso ya no va a pasar. Que su amor ahora es para siempre.
Capítulo 6: El lugar donde Hopy se hizo hogar
Hopy vive hoy en una casa grande, con espacio exterior e interior, rodeado de amor y compañía. Tiene “hermanos” humanos con los que juega, gatos con los que convive en calma, y hasta gallinas con las que se lleva genial.
“Es paciente, sereno, bueno con todos. Es la pieza que faltaba para completar nuestro hogar.”
Poco a poco, ha ido recuperando esa alegría que parecía perdida, y a cambio ha traído luz, energía y armonía a todos los que lo rodean.



Capítulo 7: Lo que Hopy nos ha enseñado
Hopy no sustituye a nadie. Pero ha devuelto la risa, la rutina, la conexión. Y sobre todo, ha recordado algo muy importante a su familia: que adoptar no es solo un acto de generosidad, es también una forma de sanar.
“Siempre hemos adoptado sin importar el tamaño, edad o condición. Y animo a todo el mundo a que dé una oportunidad a esos perros ‘invisibles’. Cuando conocen el amor… lo devuelven multiplicado por mil.”
¿Y tú? ¿Estás listo para vivir una historia como la de Hopy? Recuerda que en Kiwoko Adopta trabajamos con protectoras de todo el país para ayudar a animales como Hopy a encontrar su lugar en el mundo.
En Kiwoko unimos fuerzas con asociaciones y protectoras para fomentar la adopción y acabar con el abandono. Si quieres beneficiarte de la mejor compañía y hacer crecer la familia, pásate por nuestra plataforma Kiwoko Adopta ¡Y no te pierdas antes nuestro post "Todo lo que debes de saber antes de adoptar!